Director del Teatro Nacional María Guerrero entre 1952 y 1954, sucediendo en el cargo a Luis Escobar y Huberto Pérez de la Ossa, que llevaban al timón del coliseo desde 1940. Durante su mandato dirigió al menos tres comedias:
Un día de abril (1952), de la británica Dodie Smith (recordada principalmente por su novela 101 dálmatas), traducida por Conchita Montes, con Mary Carrillo como protagonista y con Enrique Diosdado, Berta Riaza y Adolfo Marsillach, entre otros, en el elenco.
El amor de los cuatro coroneles (1953), dE Peter Ustinov, que contó con María Jesús Valdés y José Luis Ozores como cabezas del reparto.
Otoño del 3006 (1954), distopía futurista de Agustín de Foxá para la que Vitín Cortezo diseñó unos imaginativos figurines que no pudieron aminorar un fenomenal pateo.
El 30 de octubre de 1952, Eduardo Haro Tecglen publicó en Informaciones elogiosas referencias dedicadas al nuevo director del María Guerrero, tras señalar sobre la obra de Dodie Smith que “entretiene el diálogo, conmueven los pequeños problemas de los personajes, y al salir del teatro todo está borrado ya y olvidado”:
Lo importante de la representación de anoche no fue la comedia, sino la continuidad del teatro nacional María Guerrero. Todo el prestigio y la categoría que supo darle Luis Escobar –a quien es justo rendir homenaje en esta primera representación del María Guerrero sin él– ha sido recogido por Alfredo Marqueríe, cuya dirección artística –perfectamente completada con la dirección escénica de Enrique A. Diosdado– no ofrece ni un reparo. Ambiente, ritmo, vestuario –realizado por Marbel–, decorado –de Redondela–, luces, muebles, interpretación; todo ello responde a la gran sensibilidad artística de Marqueríe, quien, conocido ya por su gran categoría de teórico del teatro –hasta su retirada voluntaria ha sido el primer crítico de España y hoy lo volvería a ser–, se muestra ahora como realizador práctico de primera categoría. Esperamos y deseamos que los teatros nacionales sean regidos por Marqueríe, no de un modo accidental o provisional, sino definitivamente. Sería difícil encontrar en nuestro país otro director de sus posibilidades.
Marqueríe deja la dirección del María Guerrero en 1954 para dejar paso a Claudio de la Torre, que ocupó el cargo hasta 1960, y volvió a las labores periodísticas y de crítico, de nuevo en ABC y finalmente en Pueblo a partir de 1964 y hasta 1973. 1.Por cierto, el director de este último diario, Emilio Romero, tenía veleidades teatrales y parece que no aceptaba de buen grado las críticas adversas. Marqueríe siempre sostuvo que, al igual que le ocurrió con Juan Ignacio Luca de Tena en ABC, Romero nunca cuestionó la independencia de sus juicios ni le hizo indicación alguna. Aunque, relacionado con el estreno de una comedia de este, Verde doncella, en abril de 1967 en el antiguo Teatro Valle Inclán, Gustavo Morales recogió en el diario digital El Debate en 2022 el siguiente sucedido:
[…] se estrenó, no sabemos por qué, la obra teatral Verde doncella de Emilio Romero, quien aceptaba invectivas como periodista, literato y político, pero no como autor de teatro. De hecho, cuando Enrique Llovet, diplomático y crítico teatral del diario ABC, […] puso de chupa de dómine esta de sus obras, una crítica que tituló “Verde Romero”, Emilio Romero hizo correr la voz de que Llovet tenía una amante y aireó sus trapos sucios, presuntos o verdaderos. El caso es que durante la representación de Verde Doncella muchos opositores a lo que Emilio Romero representaba, era director del poderoso diario Pueblo, sostenido y editado por los sindicatos azules del régimen, se dedicaron a patear y silbar la obra. Tras la misma, acudieron los plumillas de Pueblo y otros a un ágape. Cuando entró Romero enfurruñado por la escandalera de buena parte del público asistente al estreno, se hizo el silencio, pues nadie se atrevía a criticar al director en su faceta de dramaturgo y la decencia literaria les impedía ensalzar la obra. Marqueríe le recibió con un grito: “¡Pirandello!, eres el nuevo Pirandello, el autor de las obras incomprendidas en el presente que triunfarán en el futuro”, arrancando una sonrisa y disipando el mal humor de Romero. Algunos de los presentes se preguntaron quién era el tal Pirandello, un autor que pasaría por anarquista a pesar de haber sido militante fervoroso del Partido Fascista de Mussolini. Romero nunca olvidó el gesto de Marqueríe.
- Casi cuarenta años después, en 1991, Haro Tecglen, en un artículo dedicado a la faceta interpretativa de Luis Escobar, recordaba así el teatro español de la posguerra, mencionando de manera expresa a Marqueríe:
Cabe decir que, en aquél momento, había muy pocos focos de teatro verdadero, y una labor incesante de tres únicas personas: Cayetano Luca de Tena en el Teatro Español –había llegado después de ser ayudante de Felipe Lluch–, Alfredo Marqueríe en la crítica –que muchos años después vino a dilapidar por otras obligaciones de las de la vida– y Luis Escobar que, con la ayuda de Luis Fernando de Igoa y de Huberto Pérez de la Ossa, formaron esta trilogía constante y segura del María Guerrero. (Después vendría Tamayo, con una importancia excepcional). ↩