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El reloj (1922)

Febrero 1922 (15 años)

Han sacado del desbán [sic],
en su caja polvorienta,
para mí un gran talismán:
el reloj que el tiempo cuenta…
Es un reloj de pared,
feo, antiguo y complicado;
mas es para mí, sabed,
un tesoro codiciado:
Señaló lento, muy lento,
todo el curso de mi vida;
y cuando le miro, siento
al par que agradecimiento
la nostalgia indefinida
que produce en mí honda pena.
Y es que sus pesas doradas
evocan horas pasadas
de santa alegría buena.
Hubo tiempo en que este hogar
alegró en ritmo candente.
¡Ya no le puede alegrar!…
¡Y al ir a las horas dar
tiene una queja doliente!…
Del desván ayer salido,
de su caja polvorienta,
al verle me ha parecido
un muerto que ha renacido
mi reloj que el tiempo cuenta.

Café (soneto)

No me importa esperar: nada impacienta
a este amable Café -sombra y olvido-
ni el vidrio, ni la voz, ni el agrio ruido
con que le ronda la ciudad violenta.

Sobre el mármol de plata macilenta,
en charco de reflejos, se han vertido
jarras y vasos de cristal bruñido
que un tornasol, desnudo, pulimenta.

Los espejos deslíen su liviana
luz partida en bisel de duro hielo.
Surca el reló su pista cotidiana

Y por el vano azul de una ventana
los ojos se me borran en el cielo
olvidados de ayer y de mañana.