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Romance del año en fuga

Romance del año en fuga

Van a dar las campanadas:
!tan, tan tan!… Así hasta doce.
El año viejo se fuga
y muere a la media noche.

Sombras de sueños se evaden
entre esferas y relojes
y amanecen llantos nuevos
aún sin bautismo de nombres.

¡Tacos de los calendarios
finos de tuberculosis
trasluciendo ya la fría
palidez de los cartones!

Sólo queda una hoja lacia
en el almanaque insomne
como en un árbol de invierno
desfrondado de emociones.

El año viejo se fuga
pero no en fuga de amores,
sí en fuga de presidiario,
de encubierto «escala-torres»

Y el penal del mundo bulle
ronco de tiros y voces
de alarma de centinelas
de cerrojos y de goznes:

¡¡Se ha escapado un preso, un preso!!…
El grito crece y se rompe,
repítenlo el mar y el viento
las estrellas y la noche,
los telescopios, las sombras
los ángeles y los hombres.

Pero el preso no se encuentra,
que su condena era doble
-doble de prisión y vida-
Y se fue… Dios sabe adónde.

En hosca celda de días
meten a otro preso joven
que escapará y morirá
como el viejo, a media noche.
……………….

Esta es la historia que cuentan
las manos de los relojes
cuando dan las campanadas
¡tan, tan, tan!… Así hasta doce.

Poema Rascacielos

(4
Tatuaje eléctrico,
rojo arañazo del letrero,
vena rota de anuncio,
se desangra el chaflán en vías públicas
donde pastan rebaños de bocinas.

(5
Entretejido de ventanas,
geometría de estrellas
teorema iluminado,
dominó de la cuarta dimensión
-solo manos de Dios lo jugarían-

(6
Raíz cúbica de astros.

El reloj (1922)

Febrero 1922 (15 años)

Han sacado del desbán [sic],
en su caja polvorienta,
para mí un gran talismán:
el reloj que el tiempo cuenta…
Es un reloj de pared,
feo, antiguo y complicado;
mas es para mí, sabed,
un tesoro codiciado:
Señaló lento, muy lento,
todo el curso de mi vida;
y cuando le miro, siento
al par que agradecimiento
la nostalgia indefinida
que produce en mí honda pena.
Y es que sus pesas doradas
evocan horas pasadas
de santa alegría buena.
Hubo tiempo en que este hogar
alegró en ritmo candente.
¡Ya no le puede alegrar!…
¡Y al ir a las horas dar
tiene una queja doliente!…
Del desván ayer salido,
de su caja polvorienta,
al verle me ha parecido
un muerto que ha renacido
mi reloj que el tiempo cuenta.

Café (soneto)

No me importa esperar: nada impacienta
a este amable Café -sombra y olvido-
ni el vidrio, ni la voz, ni el agrio ruido
con que le ronda la ciudad violenta.

Sobre el mármol de plata macilenta,
en charco de reflejos, se han vertido
jarras y vasos de cristal bruñido
que un tornasol, desnudo, pulimenta.

Los espejos deslíen su liviana
luz partida en bisel de duro hielo.
Surca el reló su pista cotidiana

Y por el vano azul de una ventana
los ojos se me borran en el cielo
olvidados de ayer y de mañana.